sábado, 18 de octubre de 2014

Asesinado por no robar para la policía . . .


"Quiero que recuerden a mi hermano como un negro villero argentino que se negó a robar para la policía." 

Eso dice Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga, mientras moja un pedazo de medialuna de grasa dentro de un café con leche ya frío. Su hijo de dos años da las últimas cucharadas al helado de chocolate y le dice "mirá mamá" y le muestra un soldadito de plástico en posición de tiro que le prestó un nene de otra mesa de este bar de Almagro. Hay cuatro mesas ocupadas. En una, un efectivo de la Policía Federal toma un cortado mientras mira Crónica TV. Vanesa prefiere sentarse lejos. "Me siento más segura", dice.                                                                                                                                        Desde hace cinco años, Vanesa se puso al hombro la búsqueda de Luciano, su hermano desaparecido desde el 31 de enero de 2009 en Lomas del Mirador. "El Negro", como le dice Vanesa. El Negro, el pibe del barrio 12 de Octubre. El Negro, el pibe fibroso, de abdominales marcados, el que ponía cumbia y sacaba a bailar a su mamá Mónica.       El Negro, el pibe que leyó La Vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. El Negro, el pibe que se emocionó con El Principito, el que soñaba con conocer el mar, la nieve, gritar un gol en el Monumental y jugar como Francescoli. El Negro, Luciano Nahuel Arruga, el pibe de 16 años que desde hace cinco está desaparecido. 

"Durante los primeros dos años, mamá se sentaba sobre un tronco en la puerta de la casa. Allí lo esperaba. Pensaba que algún día, el Negro la sorprendería desde la esquina vestido con los pantalones de Banfield y la camiseta de River", relata su hermana. Vanesa acaba de terminar una nota que le hicieron en la radio comunitaria La Semilla dentro de la fábrica recuperada IMPA, y ahora sigue con su historia, su lucha. Da detalles de cómo es la vida de los chicos en los barrios humildes del Conurbano y pide juicio a los responsables de la desaparición de Luciano. 



"Mi hermano se animó a decirle que no a la mafia policial, sabiendo que se le podía ir la vida. Y se le fue. Su historia no empieza el 31 de enero con la tortura y la desaparición, él empezó a vivir la violencia institucional meses antes", cuenta Vanesa a Tiempo Argentino.
Unos meses antes de desaparecer, Luciano fue tentado por un par de policías del destacamento de Lomas del Mirador. La oferta estaba pensada hasta el mínimo de los detalles: le brindarían armas, autos y para que no pasaran sobresaltos se encargarían de liberar la zona.
            Ese mismo día Luciano le contó todo a su mamá y a Vanesa. "Quédense tranquilas: no voy a salir a robar. No les diré quiénes son para que no corran peligro", las tranquilizó. Madre e hija concluyeron en que no harían la denuncia por miedo a represalias. 
El día que desapareció, su madre lo buscó por el barrio, por las casas de sus amigos, como las horas pasaban decidió ir hasta el destacamento para hacer la denuncia. Fue tres veces, porque los policías le decían que se fuera tranquila, Luciano seguro se habría ido con alguna noviecita. 
Los días siguientes, Vanesa empezó a caminar las calles del barrio, a buscar testigos. Necesitaba encontrar a alguien que haya visto a su hermano. Recibían amenazas, a sus amigos los detenían y los golpeaban. 
Decidieron presentar un habeas corpus y les asignaron un fiscal. Alguien –no recuerda quién– le dio un consejo: que no dejara de ir un solo día a la Fiscalía Nº 7 de La Matanza. Durante los siguientes 45 días fue al despacho de la fiscal y dejó tres escritos en mesa de entrada. La secretaria siempre le contestaba lo mismo: "Hoy tampoco te va a recibir."
Vanesa asegura que la fiscal Roxana Castelli sistemáticamente se negaba a atenderla y que cuando apareció un testigo de identidad reservada tuvieron que tomarle declaración.  El testigo contó que una persona había visto a Luciano muy golpeado dentro del destacamento de Lomas del Mirador. Para ese entonces Vanesa ya no estaba sola: tenía un abogado y contaba con el apoyo de la APDH de La Matanza. Cuenta que la primera vez que le tomaron declaración testimonial, a sus espaldas tenía un oficial de ese destacamento, probablemente alguno de los que ella estaba denunciando.
Hay ocho policías del destacamento de Lomas del Mirador que tienen un sumario administrativo. Vanesa hace un bollo la servilleta de papel, los gestos de su cara se endurecen, dice que jamás pensaron en hacer justicia por mano propia: "A mí no lograron endurecerme el corazón. Soy una persona que valoro mucho la vida, incluso la vida de los hijos de puta que secuestraron, torturaron y desaparecieron a mi hermano." 
Con sólo pensar en encontrar el cuerpo de Luciano, dice que una cosquilla le nace en los pies, llega hasta la panza y se agudiza. Inmediatamente se le cierra la garganta y llora como lo hace ahora: "Sería –concluye– cerrar una etapa. Aunque sea no le lloraría a la nada, por lo menos tendría un par de huesitos, los pocos que hayan quedado después de tanto tiempo." 

Luciano Arruga: Presente!!!