sábado, 3 de marzo de 2012

Los Incendiarios

Otra vez vuelven a los medios de comunicación argentinos los casos de femicidio que ya ocupan un lugar protagónico en los intereses informativos de las cadenas noticiosas, teniendo en cuenta que los mismos mantenían actitudes cómplices en el silencio ya que estos también representan a un orden dominante en lo que dicen y cómo lo dicen. Más allá de ello, a muchos/as como a mi éstas noticias continúan impactándonos, lo cual me provocan cierto desconcierto como varón ante la actitud de algunos de mis congéneres. Conductas hiperbolizadas en la construcción de la hombría mediando la subordinación de las mujeres para su legitimación; manifiestas en los varones que asumen la violencia como parte de un deber ser para corresponder… corresponder a qué diría yo?
Hoy los medios noticiosos nacionales informan de la muerte de Aldana Torchelli una chica de tan sólo 17 años de edad que fue incendiada por su pareja Juan Gabriel Franco –según informan los medios- presentando quemaduras en el 75% de su cuerpo. Luego de una semana de agonía por la gravedad de sus quemaduras falleció esta mañana en un hospital. Una modalidad que vuelve a ser noticia en el “modus operandi” del victimario, que tras su paso deja varías victimas mutiladas, asesinadas y familias desechas, por el accionar de un sociópata femicida incendiario, que busca mediante el suplicio de su víctima alimentar su falencia identitaria.
No es una nueva modalidad -como informan algunas cadenas de noticias- que surge dado el caso mediático de Wanda Taddei y se convierte en un nuevo accionar del varón agresor, vale recordar que dicha práctica de utilización de este elemento “fuego” sobre el cuerpo en muchas culturas han tenido diversos significados, pero el más conocido fue el de su uso en las cacerías de brujas emprendida por el catolicismo en Europa Central de 1450 a 1750, más tarde fueron importadas a América donde lo diferente fue visto como impuro, las impurezas se limpiaban con el fuego y los incendiarios eran varones sacerdotes con la convicción de que la fe hacia su sexo le permitía determinar dentro de su “liturgia punitiva” sobre las cosas y lo seres. Por lo que no es de sorprender que dicha práctica del suplicio* hacia las mujeres se haya sostenido en el tiempo sólo que silenciado en la oscuridad de los “espacios privados”, el cuarto de desahogo de la sociedad contemporánea.
Varias han sido las representaciones de la violencia utilizada por los varones hacia las mujeres, donde el suplicio y el tormento como técnicas de torturas contra el cuerpo para dañar el alma, ha sido un recurso medieval punitivo que regresa a formar parte de las herramientas implementadas por los varones violentos hacia las mujeres. El sufrimiento de la marca corporal y el dolor que produce alimenta la acción perversa del verdugo y el poder al que este representa, el de dar y quitar la vida de otros/as, el “poder divino homocéntrico”. “El suplicio es la pena corporal, dolorosa (…). Es un fenómeno inexplicable de lo amplio de la imaginación de los hombres en cuestiones de barbarie y de crueldad. El suplicio es una técnica y no debe asimilarse a lo extremado de un furor sin ley. Una pena, para ser un suplicio, debe responder a tres criterios principales: ha de producir cierta cantidad de sufrimiento que no se puede medir con exactitud, aunque sí al menos apreciar y jerarquizar (…) El suplicio descansa sobre todo un arte cuantitativo de sufrimiento (…) pone en correlación el tipo de perjuicios corporal, la calidad, la intensidad, la duración de los sufrimientos con la gravedad del delito, la persona a que se le ejerce y la categoría del delito (…) El suplicio es un elemento de la Liturgia Punitiva que responde a dos exigencias. Con relación a la víctima, debe ser señalado/a, está destinado/a por la cicatriz que deja el cuerpo o por la resonancia que lo acompaña a volver infame a aquel/a que es su víctima; el propio suplicio, si bien tiene como función “purgar” el delito, no reconcilia; traza sobre el cuerpo mismo del condenado signos que no deben borrarse (…)” (Foucault, pág 42).
No importa el modo o técnica a utilizar ya que todas ocasionan el mismo daño ante los ojos del perpetrador, donde su objetivo es establecido en el hecho de ocasionar dolor o mutilar a su víctima. Estos actos no son casuales ni propios de nuestro sexo, se sostienen en una diversidad de indicadores individuales y sociales y mediante la complicidad histórica de los familiares del agresor y de la sociedad en su conjunto.
Hace varios años profesionales que trabajan e investigan las problemáticas vinculadas a las violencias en general y las de género en particular, se vienen cuestionando la necesidad de un abordaje más integral para investigar, prevenir y asistir tanto a las víctimas como a agresores y victimarios de violencias de género.
Si bien no han sido pocos los esfuerzos realizados en muchos países de Latinoamérica y Europa en la creación de Políticas Públicas y Sociales para sancionar tal flagelo aún así siguen siendo ineficientes en cuanto al desarrollo sostenible de mecanismos eficientes en la prevención. En Argentina, por ejemplo, también se han logrado tales avances, como ha sido el caso de la creación de la Oficina de Violencia Domestica (OVD) perteneciente al Poder Judicial, junto a las disímiles organizaciones sociales en su compromiso con la problemática que han creado espacios y refugios con equipos conciliados de profesionales para auxiliar a las víctimas. La promulgación de Ley 26.485 (otro de los meritorios avances en el interés político jurídico argentino): ley que procura una protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos donde se desarrollen sus relaciones interpersonales; entre otras acciones que se desarrollan día a día en la concientización y prevención de la violencia hacia las mujeres.
Pero si bien se han desarrollado todos estos mecanismos de asistencia, siguen mostrando sus enormes fisuras en la prevención y erradicación. No se podrá prevenir y erradicar sin concientizar, y para ello, más allá de campañas y slogans, también necesitamos abordar la otra pata de la que cojean estas relaciones intergenéricas, la de trabajar con los varones agresores y victimarios para concientizar. Muchos/as hombres y mujeres que nos desempeñamos en estas profesiones, hemos llegado al punto en común en sostener que no se puede ni podrá reducir los índices de agresiones de varones a sus parejas si no trabajamos con ellos para de-construir sus constructos masculinos que legitiman entre otras, el patrimonio ilusorio de una propiedad privada e intransferible que les representa la mujer. Junto a las ansiedades que le produce el tener que sostener sus condicionantes culturales que más allá de privilegios, generan distorsiones de una masculinidad insana que repercute hacia quienes lo rodean y hacia sí mismos.
Vale destacar que no todos los hombres son violentos y que también hay mujeres violentas, que reproducen las mismas costumbres y condicionantes que la asignada a los hombres.
Pero todo lo que se aprende se puede desaprender generando nuevos procesos re-educativos que faciliten la de-construcción de nuevas formas de ser hombres y de sostener equitativamente sus vínculos. La violencia es una conducta aprendida, no un baluarte innato de nuestro género, quien sostenga tal criterio debería acudir también a estos espacios.
Espero que algún día las instituciones políticas y legislativas pertinentes se den cuenta de la real necesidad y urgencia de crear espacios integrales para trabajar con el varón en acompañamiento al trabajo de prevención. Las medidas legales de exclusión del hogar para nada son eficientes, son sólo mecanismos para dilatar la conflictiva, ya que carece de efectividad, no cuentan con espacios reales para tratar al agresor, sino que los derivan a consultas psiquiátricas para tratar su supuesta patología congénita. Debemos entender que en la mentalidad del varón las medidas legales atentan contra un orden ideal o sistema de organización social que crean con su familia, nada de lo que venga de fuera que detente un poder superior y afecte su sistema organizacional es bienvenido, es por ello que los varones violentos raras veces cumplen con las medidas de exclusión de hogar, ¿cómo lo van a excluir de lo que le pertenece?, piensan. Cada vez son más los casos de varones que teniendo regímenes de exclusión regresan y vuelven a agredir a sus parejas con mayor fuerza o las matan.
De igual forma ya estamos un poco agotados de la poca concientización de los medios para referirse a estos temas, o cuando algunos notifican un caso de Femicidio o violencia de género, muchos de sus periodista empiezan a emitir juicios de valor sin un conocimiento a priori de la problemática, ¿qué trabajo le cuesta a la producción armar una carpeta con nombres de profesionales o instituciones especializados en el tema? esto también está en muchos programas que dedican espacios enteros para abordar estas noticias y quienes opinan son los propios periodistas que más allá de algunas loables intenciones en su mayoría no hacen más que legitimar la ignorancia generalizada sobre la magnitud de la violencia de género en nuestras sociedades.
Creo firmemente que ya es hora de crear verdaderos mecanismos para concientizar y cambiar esas obsoletas mentalidades que generan desigualdades entre hombres y mujeres. Es tiempo de generar el mayor recurso humano que se tenga para prevenir y erradicar este flagelo, debemos darle verdadera funcionalidad a nuestras leyes y eliminar aquellas que sostienen su complicidad con ese sistema generador de desigualdades sociales.
Bibliografía:
Foucault, Michel. Vigilar y Castigar: Nacimiento de las prisiones, Editores Siglo Veintiuno, 2009.

Raydel Romero Cabo.
Historiador-Investigador Social - Especialista en Masculinidades.

Mes de marzo

El mes de marzo se ha popularizado como el mes de la mujer. Hay un día especial, el 8, donde nos regalan flores, nos felicitan y hacen diversos actos en homenaje a nosotras. Pero no es eso lo que necesitamos las mujeres, nos gustan las flores, las felicitaciones, nos agradan los homenajes, pero necesitamos ir al fondo y no dar una lavada de cara al problema.
Marzo se eligió para homenajear, que difiere y mucho de felicitar, por la muerte de las obreras en Nueva York y su lucha por dignificar su trabajo.
Hoy las mujeres seguimos en lucha: para ser consideradas pares en una sociedad patriarcal, por alcanzar igual salario por igual trabajo, para disfrutar de los mismos beneficios no en papeles sino en la realidad con los varones, para tener derecho a una vida sin violencia, para ser libres de femicidio.
No regalen flores, no feliciten a las mujeres del entorno, mejor valoren y reconozcan que son pares plenas de derechos .

Mª del Carmen Umpiérrez
Lic en Trabajo Social - Especialista en Violencia Familiar